martes, 19 de febrero de 2013

¿La felicidad en el centro comercial?




Hoy la tarde solar me regaló una luz poliédrica que cortaba los edificios de la Playa de San Juan justo en la nitidez de sus aristas. Un cuadro cubista en 3D en mi Alicante querido. En el trabajo (curro en la oficina de una ETT que me contrata con sueldo de ettista auténtica) me dieron día libre para “ajustar las horas con los días...bla, bla, bla, bla”. En fin, que pude ver el sol del martes como hace mucho tiempo no disfrutaba.

Desayunando en la cafetería del Tinet mi tostada con tomate y mi té verde, me papé La Verdad completa y me hice el sudoku por la patilla. Leí con gran alegría que en la misma Playa de San Juan se construiría un centro comercial de 3ª categoría (esto quiere decir con supermercado, que, como se podrán imaginar, no será otro que un Metadona). No es que me encante la idea, pero es una ampliación del campo de batalla para llevar a mis padres a pasear cuando llegue la gota fría. El Pere, mi compañero de mesa en la oficina, dice que eso es bueno; que los ecologistas darán mucho por el cul, pero que España se va al carajo si no hacemos estas cosas. “Mira, guapa, que el personal no quiere Eurovegas porque es la ley de Oklahoma puesta en Madrid; que no quiere sacar el petróleo canario que está a 60 kilómetros de la costa porque jode el medio ambiente de la isla (y al final se lo llevará el moro)... no, aquí sólo queremos que se instale Google y, además, si hay que pagar para eso, se paga y punto. ¡Anda ya, xiquet! ¡Que están los tíos tirándose por la ventana!" Pere es un señor engominado que parece que hereda los abrigos de un hermano que le dobla en peso y en altura. Ama Italia gracias a Ryanair, que lo deja caer por allí cuando pilla billetes a 25 pavos ida y vuelta. Lo hace todo en el trabajo: los encuentra, los compra y los imprime. “Un día te vienes conmigo, Mariluz, que te vas a enterar de lo que es la Bella Italia de verdad”. Me horroriza. Me mira los pechos con un deseo canino cada vez que me habla. Pienso que cree que el resto de mi busto es un mero estorbo y que las tetas escuchan con devoción monjil su verbo grasiento y chulesco.

Sospecho que la vida embalsamada de estos centros comerciales es una metáfora a lo grande de sus usuarios, como los hombres-estatuas lo son del momento en el que vivimos: ganar dinero sin hacer nada, esperar a que el sustento venga de alguien que, por el mero hecho de que estés ahí plantado, ya te suelta la pela. En fin, que me voy al camastro porque mañana el Pere espera tempranito a las dos compañeras silenciosas que cuelgan de mi busto. Bona nit, amics.

3 comentarios:

  1. Qué prolijidad en este blog, estimada Mariluz, y cuánto daño hace a la imagen de la mujer y su dignidad esa mención a tus propios pechos, o tetas, como los llamas más adelante. Muy bien ese análisis agudísimo del centro comercial (por ti me llega la primera noticia), pero tu inteligencia femenina se empaña con esas referencias sexistas imperdonables. Querida, el sexismo anida en todos lados, y también dentro del propio sexismo. Ojito.

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  2. Pues a mí me ha puesto malo... casi con fiebre solo de imaginarla...
    Bufff, Mariluz, Mariluz.

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  3. Lali, ¿entrecomillando «tetas» habría salvado el sexismo del término? Pues no sé, hija, yo no lo veo. Domingas, lolas, brevas, pimientos, perolas..., yo a las mías las llamo por su hipocorístico. De todas formas, si andas por alicante, podemos quedar para tomar un té, guapetona.

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